Sobre las manifestaciones en Iberia

Cruzaba la puerta de mi oficina cuando el teléfono empezó a sonar. Me estaba entrando la tanda de noticias de las ocho de la mañana. Debo admitir que no le di mucha importancia, ya que es algo recurrente. Minutos más tarde, sentado con mi infaltable café, sincronicé el teléfono a mi ordenador para ver la agenda del día. Fue allí cuando lo vi. “Libertad” rezaba el título que capturó mi atención de inmediato. Libertad... me repetí intrigado una y otra vez mientras cargaba la noticia.

Grande fue mi sorpresa al ver las imágenes. Fotografías llenas de simbología comunista entre una pequeña multitud teñida de rojo, que más parecía la pintoresca hinchada de un equipo de fútbol que una agrupación política. Pero no me gusta juzgar un libro por su tapa, así que me aventuré a leer la nota, artículo que ya es de público conocimiento. Un hecho que no deja de repetirse a lo largo de la historia humana. La clara manifestación del más sincero deseo humano, de su necesidad espiritual más pura y básica. La libertad.

No nos engañemos, a mi, al igual que muchos de ustedes, el rojo me gusta cuando está acompañado por esas hermosas seis franjas blancas de igual espesor que forman nuestra gloriosa bandera. Sin embargo no soy ajeno al sufrimiento de esta gente. Nadie debería serlo.

¡Libertad!

”Por tanto, nosotros, los Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso General, apelando al Juez supremo del Universo, por la rectitud de nuestras intenciones, y en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias, publicamos y declaramos lo presente: que estas colonias son, y por derecho deben ser, estados libres e independientes; que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona británica: que toda conexión política entre ellas y el estado de la Gran Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que como estados libres e independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros actos que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para sostener esta declaración con una firme confianza en la protección divina, nosotros empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.”

¿No es hermosa? No me canso de recitarla. ¿Cómo no escuchar el grito de estos hombres? ¿Cómo podemos ser tan hipócritas de hacer oídos sordos ante tal reclamo? ¿Acaso no es el mismo sentimiento? ¿La misma necesidad que movió a los padres de nuestra patria?

¡Libertad, señores! ¡Libertad!

Uno de los valores más altos de la democracia. Uno de los valores más altos de la soberanía popular. De la igualdad. La igualdad de derechos. Derechos fundamentales. Derechos humanos. ¡Libertad! ¿Qué haríamos nosotros sin la libertad de expresión? ¿Sin la libertad de prensa? ¿La libertad de culto? ¿Nuestra libertad económica? Muchos relacionan la libertad con la capacidad de elegir a sus autoridades de forma libre y democrática. Pero lo cierto es que la libertad es algo muy superior a eso. Algo que trasciende una forma de gobierno. Es una característica y cualidad humana. La libertad nos define como ser humano.

La libertad, ya lo decía Cicerón, no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo. En poder ser dueños de nuestras decisiones y caer en cuenta de ello. E, indefectiblemente, de hacerse responsable de las mismas.

Libertad.

Por lo que empeñaron la vida, la fortuna y su sagrado honor, nuestros padres. Hoy me pregunto. ¿Somos realmente libres? Vivimos bien, me pueden argumentar. Sí, vivimos bien. ¿Eso es ser libre? Tenemos la economía más fuerte del mundo. Sí, claro que la tenemos. ¿Eso es ser libre? Pero... Bah, estamos cómodos, no molestes somos libres de hacer lo que queremos... Si es un país libre. ¿No? ¿No? Y yo me pregunto: ¿Lo es? Me gustaría creer que sí.

“Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila.” Dijo en su tiempo Mariano Moreno, un abogado y revolucionario argentino. Frase que, tal vez, nos deje más preguntas que respuestas. Vivamos libres. Seamos libres. Abramos los ojos y no le demos la espalda al mundo.

Iberia, que la llama de la libertad agite tu corazón y te devuelva la vida. Y gracias, por revivir la mía.

Por la libertad.

Por la democracia.

Brindo con ustedes, con mi taza de café en alto. ¡Salud hermanos! ¡Salud!